A new letter
En el árbol genealógico de la familia Black, yacían ramas que no se terminaron de narrar dentro de los libros, hasta donde se sabe, la familia Potter solo tuvo una relación amical con los Black, directamente entre Sirius Black y James Potter. Cuando la fuerzas oscuras irrumpieron Hogwarts, madame Lastrange malvada y despiadada ansiaba servir al señor tenebroso, ayudándolo a que la sangre de Harry Potter y muchos inocentes se derramara tan solo por la ambición del poder. Muchos ya conocemos el desenlace de aquella guerra, donde el bien vuelve a derrotar al mal y es así que Minerva McGonagall devuelve la estabilidad al colegio. Y así, después de prácticamente 20 años de aquel suceso, los descendientes de todos aquellos involucrados, se fueron mezclando poco a poco, sus vínculos y sus sangres, se reencontraron en aquel colegio de magia y hechicería. Alice Potter, nieta de Harry Potter, hija de Albus Potter y Ariadna Lestrange. En un inicio Albus, conoció en Slytherin a Delphini, de quien se ilusiono en un inicio, pero al enterarse de que era la hija de Voldemort y bellatrix, se alejó de ella por completo, conociendo así a la dulce Ariadna, que también llevaba la sangre y el apellido Lestrange, pero que en nacimiento y originalmente llevaba el apellido Black, siendo nieta perdida de Sirius Black. Cuando la familia Lestrange se entera, la recogen y le cambian el apellido para continuar con el linaje. Ariadna perteneció a Gryffindor, y a pesar de los esfuerzos de los Lestrange a que fueran como ellos, era evidente la total herencia de la personalidad de su abuelo en ella. Dulce, amable, cariñosa.
Albus y Ariadna por fin se enamoran y conciben a la pequeña Alice Potter. Una preciosa niña quien había heredado todos los rasgos físicos de su madre, quien fue criada junto con la familia Potter.
A sus cortos 11 años, Alice sabía todo y había aprendido todo de su familia, y aunque ocultaba su fuerza mágica, ella siempre fue una niña chispeante y alegre, nunca se dejó amilanar por nadie. Sabía que en cualquier momento llegaría su carta, y así fue, no tardó. Se encerró en su cuarto y con el corazón hecho pequeñito abrió el sobre mágico, por fin lo tenía entre sus manos, al bajar de su habitación se encontró en el centro de la sala a sus padres reunidos con un hermoso pastel recién horneado "felicidades, Alice".
Era solo cuestión de días para que por fin su cabecita pelinegra estuviera bajo aquel sombrero seleccionador.
