Nada cambió...
21 de mayo.
Apenas habia despertado de la larga siesta que me eché, vaya viajecito, qué travesia era volver de nuevo a visitar a la abuela. Después de muchos años por fin volvia a verle la carita preciosa, toda arrugadita pero con el mismo cariño de toda la vida; mi pieza seguía igual de mona, el lamparin rosa con la muñeca de bop, las sabanitas fresquecitas y la colcha tejida por las manos de mi linda mamina.
Pegaban ya casi el medio día y a mi solo me apetecia irme por un café y un cachito dulce, me monté sobre la cuchu y minutos después llegué a la plaza mayor de Madrid, ahí estaba,en modo aventurera y nostalgica, me quite el casco y me adentré a la pintoresca y renovada cafeteria que dejé hace más de 8 años, vaya ¡qué pinta! No tarde en darle un chiflido sonoro. Me senté y me quedé observando cómo la gente pasaba, y a pesar que el lugar había cambiado, los rostros seguian siendo los mismos, de pronto volví la mirada y ahí estaba... mi lindo chico, vestido de administrador, porque hasta lo habían ascendido, sonreí y sin quitarle la vista de encima, me dediqué a mirarlo mientras me tomaba el café, habían pasado 8 años, pero nuestras miradas seguian diciendo lo mismo...
