Bong-ya, cálida compañía

Hace un poco más de 5 años que había dejado de vivir ya con sus padres, tomaba una taza de café y se desplomaba sobre un pequeño sillón que había empujado al costado de su ventana, aquella ventana que había sido testigo de tantas anécdotas y lagrimas reflejadas delante de ella. La vista era reconfortante, podía verse una gran arboleda con florecillas de cerezo aún dentro de su capullo listas para florecer. Es ahí, en esa ventana, donde todas las mañanas realizaba la misma rutina, despertar, café, ventana; hasta la hora de irse a trabajar.
Esas mañanas frías cambiaron cuando Sukkie, quién fue el primer amor de su vida, le regalara a Bong-ya, un pequeño perrito de raza bichon frise, quien se convertiría en su razón de vivir. Es así que Bong-ya, como la llamó, se apoderó de esos días tristes y los convirtió en calidez.
La rutina había cambiado, despertar, café, paseo con Bong-ya, trabajo. Y al regresar a casa, el ser amado esperando por ella. Si tuviera que resumir en una oración su vida con el pequeño animalito de cuatro patas, podría decir ''La cálida compañía de Bong-ya, salvó mi vida.''
Tristemente no todo en la vida es como esperamos, cuando el corazón de Alice se vio roto por el abandono de Sukkie, la depresión más grande llegó a ella, y su delgado y frágil cuerpo se llevaron la peor parte, descuidándose de ella misma y del pequeño animalito, quién empezó a sufrir a su lado, la pena de su dueña, es así que su madre se la llevaría cuando Alice fue internada por vez primera, desconociendo su progenitora que la dejaría hundida en una mayor depresión.
Tuvo que pasar un largo tiempo para que la joven se pudiera recuperar, y volviera a tomar las riendas de su vida, colocándose nuevamente su armadura y haciéndose más fuerte, es así que lo primero que hizo fue visitar a Bong-ya, quién se merecía una disculpa, el can la recibió, para su sorpresa, con una camada de lindos cachorros... y ese fue el regalo que su madre le dio, de esa forma llegó Bong-ji, una nueva oportunidad...
