Una decisión
¿Existirá ser más hermoso, juguetón, enérgico y respetuoso que este pequeño ser? Y probablemente sí, pero éste es mío.

Como todas las mañanas Bong-Ji se encontraba al pie de la cama, la misma rutina de siempre las esperaba, un ligero vientecillo entraba por las rendijas de la ventana que había dejado semi abierta a propósito. Se estiró un poco y se dirigió hacia el baño para lavarse el rostro y cepillarse los dientes, se ató el cabello en una coleta alta y se puso la ropa deportiva rosa que tanto le gustaba; el can esperaba ansioso agitando la cola y dando brincos intentando llegar a su regazo, le colocó la pechera y le dio una galleta. Las puertas del ascensor de abrieron y ambos se adentraron hasta llegar al primer nivel, ya en él, Bong-Ji empezó a tirar con todas sus pequeñas fuerzas hacia una persona que se acercaba con lentitud. La miopía no ayudaba para descifrar de quién se trataba, entrecerró los ojos y vio la silueta de una mujer pequeña quién llevaba un sombrero de ala ancha. Cayó en cuenta que se trataba de su madre cuando escuchó aquella conocida y arrulladora voz.
—Hija mía estas toda encorvada y lánguida, párate derecha, ¿te estas alimentando bien? seguramente esta gordita se come todo— Mencionó todo en una larga frase.
Era bastante extraño que llegara de sorpresa, sobre todo porque vivía en el interior del país. Sin embargo su sola presencia le proporcionaban paz y calidez. Apenas la mayor dejó el can en el suelo, esta se lanzo sobre el cuerpo de su progenitora, rodeándola fuertemente en un abrazo, pudiendo sentir aquel aroma a jazmín que emanaba aquel esponjoso cabello.
Notablemente tuvieron una larga charla sobre su salud, y obviamente sobre el can.
—Me parece que estás volviendo a descuidar tu salud, no puedes dejar de comer por trabajar. Si no puedes cuidar de tu salud, menos podrás cuidar de Bong-Ji, si continuas así tendré que llevármela también— Añadió la madre.
No estaba dispuesta a retomar por segunda vez aquel tratamiento y si bien era cierto había descuidado nuevamente su alimentación, pero al menos ahora tenía un motivo para salir de la cama por las mañanas, si eso terminaba no podría continuar. Pondría de su parte, pero aquella mujer preocupada no podía saberlo.
—Madre, estás exagerando, si me ves agotada es porque estoy terminando un nuevo proyecto, además ahora me ejercito todas las mañanas— Suspiró, y sin dejar que la adversa la interrumpiera, mencionó.
— Además, si te llevas a Bong-Ji las mañanas dejarán de tener sentido... Y esa ventana volverá a ser mi peor rutina...